El espíritu del RUGBY
Este artículo, proporcionado por NUMBERSIX, fue publicado en el último número de la revista del club a principios de los 90's, y resume fielmente la ética que acompaña a la práctica deportiva del rugby. Lo reproducimos fielmente.
“A game for gentleman in all classes, but never for a bad sprotsman in any class”
“Un juego para caballeros de todo tipo, pero nunca para malos deportistas de ningún tipo”
"Tratar de explicar qué es el espíritu del juego a los no practicantes o aficionados es como tratar de explicar a un extranjero que es el duende del flamenco o el “cante jondo”.
Muchos jugadores, cuando tratan de explicarlo, después de mencionar deportividad, camaradería y cosas por el estilo, recurren al aforismo de caballeros. Pero, ¿qué debemos entender por caballero cuando hablamos del juego del rugby? Evidentemente no nos referimos a los componentes de una clase social determinada, por lo que puede resultarnos difícil, a la vista de lo que usualmente pasa en los terrenos de juego, cuadrar estos hechos con la idea de espíritu caballeresco.
¿Cuales son los principios éticos que concurren detrás de ésta mezcla de lucha libre, fútbol y balonmano?
Debemos echar mano, como ocurre con cierta frecuencia, a las definiciones negativas para tratar de explicar esta idea de lo que no ocurre en el campo. En una melé o un mol (maul), efectivamente hay muchas cosas que no ocurren (patadas, mordiscos, etc..), pero poco después un jugador puede machacar a un contrario por el hecho de querer ganar la posesión de un balón y no por causarle daño voluntariamente. Es la capacidad, difícil de entender por parte del espectador, de observar, analizar esta diferencia y actuar en consecuencia, lo que distingue al caballero en el juego.
La violencia incontrolada puede conducir a una fase de barbarie y convertir el juego en algo verdaderamente intolerable en el que los únicos que obtienen placer son los bestias. Es aquí donde las virtudes del espíritu del rugby juegan su papel más amplio. Esta virtudes son el autocontrol y el coraje. Son las que hacen que el rugby sea un deporte y no una guerra en la que todos los recursos son válidos. Una falta de habilidad en el juego o una merma de facultades, en un momento determinado o en una fase del partido, son fácilmente excusables, una falta de bravura en el juego, no.
Naturalmente que el espíritu del juego se ve traicionado a diario, pero lo sorprendente es que no lo sea más a menudo, ya que no es fácilmente definible y la línea entre lo que “es” y lo que “no debe ser”, muy fina.
El juego sucio no es acorde con el espíritu del rugby. Jugar duro no es lo mismo que jugar sucio. La dureza es parte del rugby. Un caballero en el campo se distingue por su capacidad de diferenciar entre distintos tipos de dureza y aunque evidentemente hay muchos jugadores que se señalan por su especial afección por la violencia, es sorprendente que el rugby resulte un juego razonablemente seguro.
A la vista del aumento considerable del número de jugadores que actualmente están dentro de esta categoría, es válido preguntarse si la ética dimanante del espíritu del rugby sobrevivirá a esta época, en la que más y más gente se ve involucrada en la práctica de este deporte, pero muy pocos entienden su espíritu. La nota más destacable de éste es la impronta que marca a los verdaderos jugadores fuera del terreno de juego o de los ambientes creados alrededor del mismo. Sin él, el rugby no se puede o no se debería jugar. Es una manera especial de acercarse al rugby . . . y a la vida.
Podría caerse en la tentación de afirmar que el rugby es el único deporte, el verdadero, “the real thing”. Simplemente, muchos de los que lo han practicado se han quedado enganchados a él. Sería fácil caer en el tópico de que es el único deporte que un hombre puede practicar, pero esto sería crear una tesis en la que el espíritu sería más importante que el propio juego. Y nada más lejos de esta reflexión … "
NUMBERSIX (Dedicado a mi amigo Mark Campbell)
“A game for gentleman in all classes, but never for a bad sprotsman in any class”
“Un juego para caballeros de todo tipo, pero nunca para malos deportistas de ningún tipo”
"Tratar de explicar qué es el espíritu del juego a los no practicantes o aficionados es como tratar de explicar a un extranjero que es el duende del flamenco o el “cante jondo”.
Muchos jugadores, cuando tratan de explicarlo, después de mencionar deportividad, camaradería y cosas por el estilo, recurren al aforismo de caballeros. Pero, ¿qué debemos entender por caballero cuando hablamos del juego del rugby? Evidentemente no nos referimos a los componentes de una clase social determinada, por lo que puede resultarnos difícil, a la vista de lo que usualmente pasa en los terrenos de juego, cuadrar estos hechos con la idea de espíritu caballeresco.
¿Cuales son los principios éticos que concurren detrás de ésta mezcla de lucha libre, fútbol y balonmano?
Debemos echar mano, como ocurre con cierta frecuencia, a las definiciones negativas para tratar de explicar esta idea de lo que no ocurre en el campo. En una melé o un mol (maul), efectivamente hay muchas cosas que no ocurren (patadas, mordiscos, etc..), pero poco después un jugador puede machacar a un contrario por el hecho de querer ganar la posesión de un balón y no por causarle daño voluntariamente. Es la capacidad, difícil de entender por parte del espectador, de observar, analizar esta diferencia y actuar en consecuencia, lo que distingue al caballero en el juego.
La violencia incontrolada puede conducir a una fase de barbarie y convertir el juego en algo verdaderamente intolerable en el que los únicos que obtienen placer son los bestias. Es aquí donde las virtudes del espíritu del rugby juegan su papel más amplio. Esta virtudes son el autocontrol y el coraje. Son las que hacen que el rugby sea un deporte y no una guerra en la que todos los recursos son válidos. Una falta de habilidad en el juego o una merma de facultades, en un momento determinado o en una fase del partido, son fácilmente excusables, una falta de bravura en el juego, no.
Naturalmente que el espíritu del juego se ve traicionado a diario, pero lo sorprendente es que no lo sea más a menudo, ya que no es fácilmente definible y la línea entre lo que “es” y lo que “no debe ser”, muy fina.
El juego sucio no es acorde con el espíritu del rugby. Jugar duro no es lo mismo que jugar sucio. La dureza es parte del rugby. Un caballero en el campo se distingue por su capacidad de diferenciar entre distintos tipos de dureza y aunque evidentemente hay muchos jugadores que se señalan por su especial afección por la violencia, es sorprendente que el rugby resulte un juego razonablemente seguro.
A la vista del aumento considerable del número de jugadores que actualmente están dentro de esta categoría, es válido preguntarse si la ética dimanante del espíritu del rugby sobrevivirá a esta época, en la que más y más gente se ve involucrada en la práctica de este deporte, pero muy pocos entienden su espíritu. La nota más destacable de éste es la impronta que marca a los verdaderos jugadores fuera del terreno de juego o de los ambientes creados alrededor del mismo. Sin él, el rugby no se puede o no se debería jugar. Es una manera especial de acercarse al rugby . . . y a la vida.
Podría caerse en la tentación de afirmar que el rugby es el único deporte, el verdadero, “the real thing”. Simplemente, muchos de los que lo han practicado se han quedado enganchados a él. Sería fácil caer en el tópico de que es el único deporte que un hombre puede practicar, pero esto sería crear una tesis en la que el espíritu sería más importante que el propio juego. Y nada más lejos de esta reflexión … "
NUMBERSIX (Dedicado a mi amigo Mark Campbell)